jueves, 4 de febrero de 2021

Curso de Registros Akáshicos

 El próximo 19 de febrero, 2021 comenzamos un curso completo de Registros Akáshicos. Será online y las iniciaciones las haremos por streaming, es decir, por videoconferencia.

Es un curso completo, desde lo más básico hasta alcanzar la maestría. La duración es de un año y sólo se requiere un donativo de, al menos, 36 €.

La información completa en:  https://www.xarxalopez.eu/curso-registros.html

 



lunes, 16 de marzo de 2020

Taoísmo y anarquismo individualista


 
            El taoísmo es una filosofía individualista que busca la realización y la felicidad del ser humano mediante la placidez de la mente y el espíritu. Aunque  tiene sus orígenes en la época de los chamanes (3000-800 a.e.c.), en una reflexión sobre su afinidad con cierto anarquismo individualista, importa contextualizar que ambos alcanzaron su máximo esplendor en un momento histórico convulso. En el caso del taoísmo, se trata de una época que se inicia con la desintegración del imperio Chou y la aparición de los nuevos estados feudales. Las consecuentes guerras internas, durante el denominado Periodo de Primavera y Otoño (770-476 a.e.c.), y sobre todo durante el conocido como Periodo de los Estados en Guerra, (775-221 a.e.c.) en el que reinó el caos y la violencia generados por los señores feudales, que guerreaban  entre ellos por el control y la hegemonía, dieron lugar a varias corrientes de pensamiento, entre ellas el taoísmo.
El texto más antiguo del taoísmo es el Lao-tzu, producido en el Periodo de Primavera y Otoño (770-476 a.e.c.), en el que todavía se discute sobre la manera de llevar los asuntos públicos. Sin embargo, tanto Chuang-tzu como Lieh-tzu defienden la idea de la no implicación, es decir, el wu-wei o no-acción. Estos dos últimos textos fueron escritos en el Periodo de los Estados en Guerra (475-221 a.e.c.), es decir, como ya se ha anotado, un periodo de transición de la sociedad esclavista a la sociedad feudal. Los taoístas reaccionan frente al aparato ideológico confuciano que sustenta el sistema de jerarquías y privilegios de la nobleza esclavista establecido por el duque de Zhou.
            En el Lieh-tzu, por ejemplo, se dice:
“El gobierno del sabio es: vaciar la mente del pueblo y llenar su estómago; debilitar su ambición y fortalecer sus huesos; hacer siempre que el pueblo no tenga conocimientos ni deseos; hacer que los inteligentes no se atrevan (a gobernar); no actuar, en una palabra, y entonces reinará el orden universal”. Lieh-tzu, c. XLVII (III).

            Para entender este párrafo, hay que tener en cuenta que el taoísta es un hombre que busca la paz interior y el equilibrio, para realizar el ideal del hombre perfecto. Para lograr estos objetivos, el taoísmo promueve una vida sencilla en la que el sabio, perfectamente anónimo, se dedica a trabajar la tierra, pescar o, simplemente, disfrutar del silencio en un bosque perdido, como señala Iñaki Preciado en la introducción al Lieh-tzu, es decir, romper con las ataduras, dogmas y convenciones que le ligan a un mundo social  corrompido y le impiden su libertad natural espontánea. Pero se trata de una libertad en un sentido hedonista en la cual la renuncia o cualquier tipo de control, no tienen cabida, pero el hombre tampoco pierde de vista su meta, es decir, la integración con la naturaleza, en perfecta comunión con el Tao, para lo cual es necesario comprender la dualidad del mundo y superarlo.
Esta especie de anarquismo individualista implica rechazar toda forma de autoridad. El mejor gobierno de reyes y señores, es el de la no-acción: dejar que el pueblo se gobierne solo, en un sentido similar, en algunos aspectos, a nuestro actual liberalismo, aunque sin el componente neocapitalista que a la postre, no es más que otra forma de gobierno, cosa que rechaza el taoísmo. Lo que se pretende es reconectar con  una supuesta Edad de Oro, una vuelta a la simplicidad y pureza del hombre, sin las imposiciones de los gobernantes que lo desnaturalizan.
Sin duda hay versiones occidentales de esta posición ante el mundo que haciendo o no mención de manera explícita al Taoísmo, demuestran una afinidad con él. Alan Watts, Murray Boochin, Fritjof Capra… algo del anarquismo individualista podría considerarse el taoísmo occidental. Como señala Salvador Panniker, el contexto en el que surgieron ambos sistemas es similar, es decir, la pérdida de derechos y de seguridad jurídica, entre otros aspectos. En definitiva,  la explotación del hombre por el hombre. Y es que, como responde Yang zhu al señor Meng cuando le pregunta por qué el hombre busca la fama: “porque ambiciona honores… para enriquecerse”. Y más adelante afirma: “Con la verdad no se llega a la fama. Quien ésta alcanza es que se ha apartado de la verdad. Los hombres célebres no son más que falsarios.”
Alfredo Sanchis

domingo, 23 de febrero de 2020

Comentario al Tao Te Ching


El Tao Te Ching tiene varios niveles de lectura, como suele ocurrir en algunos textos antiguos. Este es el caso de, v.gr., la Biblia, es decir, el Antiguo Testamento, como atestiguan los esfuerzos que realizan los cabalistas, empleando la gematria, para desentrañar su verdadero significado último. Es por ello que los creyentes que toman, de forma literal, las palabras bíblicas como «palabra de Dios» se pierden en aparentes 
contradicciones que no serían tales tras un profundo estudio de los textos. Veamos un ejemplo entresacado de unos versos del Tao Te Ching:
Si quieres regir el mundo,
nunca te entregues a negocios (de gobierno) (11 [XLVIII]).
Por eso dice el sabio:
yo no me afano, y el pueblo se enriquece por sí mismo;
yo no actúo, y el pueblo se reforma por sí mismo;
yo gusto de la quietud, y el pueblo rectifica por sí mismo;
yo deseo no tener deseos, y el pueblo se torna simple por sí mismo (A16 [20, LVII]).
            Una lectura superficial nos hace pensar que el autor tiene una ideología política que podríamos denominar de «liberal», si hubiera escrito el texto en nuestros días; pero si meditamos calmadamente en él, veremos que el autor apunta también a una «ideología interior» y a un combate contra nuestros deseos, como señala acertadamente Iñaki Preciado. Este mismo autor pone como ejemplo a Mao Zedong y la Revolución Cultural, en la que se decía que las masas debían educarse por sí mismas, al tomar de forma literal pasajes del Tao Te Ching, como el siguiente:
El gobierno del sabio:
[…]
Hacer siempre que las gentes carezcan de conocimientos y deseos (47 [III].
            O este otro:
Si el pueblo es difícil de gobernar,
es por causa de sus conocimientos… (28 [LXV]).

            El texto alerta de los conocimientos que vienen de fuera, o elaborados mediante el razonamiento lógico y no aquellos que vienen del «interior» de uno mismo, normalmente en estados de meditación profunda o mediante el uso de enteógenos. Es decir, trata del concepto de ahamkara o sentimiento del ego, el responsable de hacer funcionar la mente y consecuentemente, de atarnos a la rueda de reencarnaciones o samsara.
            En esto difiere de otras tradiciones como el Advaita Vedanta; en el Yoga Vasishtha, por ejemplo, puede ayudarnos a interpretar el Tao Te Ching. En este texto, se describe una conversación entre Sutiksna y Agastya en la que este último contesta a la pregunta del primero sobre cuál sea el camino más corto a la liberación, la actividad, el conocimiento, o ambos: «… tanto la actividad como el conocimiento conducen a la meta suprema que conocemos como moksha o liberación. Ni la acción a secas, ni el conocimiento por sí solo, conducen fácilmente a la liberación; entrambos te conducen a la meta con toda seguridad». Pero ese conocimiento debe estar basado en los textos sagrados y en el autoconocimiento libre de deseos, en caso contrario, se convierte «solo en un pesado fardo» que, influenciado por el ego, es causa de sufrimiento y angustia. Así, el esfuerzo correcto está basado en el conocimiento de las escrituras, la enseñanza del maestro y la voluntad personal ya que Brahman (el Tao) solo puede ser conocido mediante la sabiduría: Lo que se pretende es alcanzar un estado de conocimiento en lugar de adquirir un conocimiento.
            Por otra parte, en el caso de la no-acción, se trataría más bien de realizar la acción correcta pero sin el deseo de obtener resultados. Es decir, hacer lo que hay que hacer en un momento dado, sin el apego al placer que el resultado de la acción nos pueda proporcionar, ya que el apego al resultado de la acción (sea éste positivo o negativo), es lo que produce el karma y no la acción por sí sola. Así, dice el Yoga Vasishtha:
Si permaneces desapegado de los frutos de la acción mientras realizas tus acciones naturales, realmente no actúas; si ni siquiera te sientes apegado a la inacción misma, entonces es cuando te conviertes realmente en el verdadero agente, el ser, que todo lo hace, sin hacer nada en absoluto.


Alfredo Sanchis