El Tao Te Ching tiene varios niveles de lectura,
como suele ocurrir en algunos textos antiguos. Este es el caso de,
v.gr., la Biblia, es decir, el Antiguo Testamento, como atestiguan los
esfuerzos que realizan los cabalistas, empleando la gematria, para desentrañar su verdadero significado último. Es por
ello que los creyentes que toman, de forma literal, las palabras bíblicas como
«palabra de Dios» se pierden en aparentes
contradicciones que no serían tales
tras un profundo estudio de los textos. Veamos un ejemplo entresacado de unos
versos del Tao Te Ching:
Si quieres regir el mundo,
nunca te entregues a negocios (de gobierno) (11 [XLVIII]).
Por eso dice
el sabio:
yo no me
afano, y el pueblo se enriquece por sí mismo;
yo no actúo,
y el pueblo se reforma por sí mismo;
yo gusto de
la quietud, y el pueblo rectifica por sí mismo;
yo
deseo no tener deseos, y el pueblo se torna simple por sí mismo (A16 [20,
LVII]).
Una lectura superficial nos hace
pensar que el autor tiene una ideología política que podríamos denominar de
«liberal», si hubiera escrito el texto en nuestros días; pero si meditamos
calmadamente en él, veremos que el autor apunta también a una «ideología
interior» y a un combate contra nuestros deseos, como señala acertadamente
Iñaki Preciado. Este mismo autor pone como ejemplo a Mao Zedong y la Revolución
Cultural, en la que se decía que las masas debían educarse por sí mismas, al
tomar de forma literal pasajes del Tao Te
Ching, como el siguiente:
El gobierno del sabio:
[…]
Hacer siempre que las
gentes carezcan de conocimientos y deseos (47 [III].
O este otro:
Si el pueblo es difícil de gobernar,
es por causa de sus conocimientos…
(28 [LXV]).
El
texto alerta de los conocimientos que vienen de fuera, o elaborados mediante el
razonamiento lógico y no aquellos que vienen del «interior» de uno mismo,
normalmente en estados de meditación profunda o mediante el uso de enteógenos. Es
decir, trata del concepto de ahamkara
o sentimiento del ego, el responsable de hacer funcionar la mente y
consecuentemente, de atarnos a la rueda de reencarnaciones o samsara.
En
esto difiere de otras tradiciones como el Advaita Vedanta; en el Yoga Vasishtha, por ejemplo, puede
ayudarnos a interpretar el Tao Te Ching. En
este texto, se describe una
conversación entre Sutiksna y Agastya en la que este último contesta a la
pregunta del primero sobre cuál sea el camino más corto a la liberación, la
actividad, el conocimiento, o ambos: «… tanto la actividad como el conocimiento
conducen a la meta suprema que conocemos como moksha o liberación. Ni la acción a secas, ni el conocimiento por
sí solo, conducen fácilmente a la liberación; entrambos te conducen a la meta
con toda seguridad». Pero ese conocimiento debe estar basado en los textos
sagrados y en el autoconocimiento libre
de deseos, en caso contrario, se convierte «solo en un pesado fardo» que,
influenciado por el ego, es causa de sufrimiento y angustia. Así, el esfuerzo
correcto está basado en el conocimiento de las escrituras, la enseñanza del
maestro y la voluntad personal ya que Brahman
(el Tao) solo puede ser conocido mediante la sabiduría: Lo que se pretende
es alcanzar un estado de conocimiento
en lugar de adquirir un conocimiento.
Por otra parte, en el caso de la
no-acción, se trataría más bien de realizar la acción correcta pero sin el
deseo de obtener resultados. Es decir, hacer lo que hay que hacer en un momento
dado, sin el apego al placer que el resultado de la acción nos pueda
proporcionar, ya que el apego al resultado de la acción (sea éste positivo o
negativo), es lo que produce el karma
y no la acción por sí sola. Así, dice el Yoga
Vasishtha:
Si permaneces desapegado de los frutos de la acción mientras
realizas tus acciones naturales, realmente no actúas; si ni siquiera te sientes
apegado a la inacción misma, entonces es cuando te conviertes realmente en el
verdadero agente, el ser, que todo lo hace, sin hacer nada en absoluto.
Alfredo Sanchis
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